Reflexiones sobre el aprendizaje de idiomas

Por Linda Moravia

El aprendizaje de idiomas es un camino largo que a veces requiere toda una vida de dedicación al estudio así como una gran motivación y mucha voluntad. Dependiendo de las posibilidades que nos ofrece la vida para estudiar, podemos aprender el idioma por obligación escolar o a veces uno se motiva solo y lo aprende en casa o directamente en el extranjero. A través de un nuevo idioma podemos descubrir muchas cosas. Las puertas de lo desconocido se abren y ofrecen un enorme abanico de las posibilidades.
Ante la lengua materna nos damos cuenta de que cada idioma proviene de una  familia lingüística. Cada raíz se modifica a lo largo de la historia de cada  país y se transforma hasta la forma en que la conocemos hoy (que no es la definitiva porque las lenguas vivas están en constante cambio). Por eso existen tantos dialectos y tantas variedades lingüísticas.
Descubrir ese mundo de variedad es muy emocionante. En el vocabulario de un idioma podemos encontrar las costumbres típicas del país, por ejemplo la palabra “la siesta” que nos da una idea de cómo se organiza la jornada de los españoles. También podemos aproximadamente identificar hasta dónde llegó en la historia la frontera del estado o de dónde venían los ocupantes o inmigrantes que influyeron en la lengua del país ya sea por la fuerza o pacíficamente, gracias por ejemplo al comercio entre países.
Los nuevos idiomas nos hacen también entender mejor nuestra propia lengua materna. Desde niños la aprendemos de forma intuitiva y espontánea, sin a veces pensar por qué las palabras son así, ¿por qué algunos idiomas tienen declinaciones y conjugaciones y  otros no?
Sólo los universitarios de Filología son afortunados en ese sentido de poder estudiar cómo se formó y evolucionó la lengua materna y por qué las palabras tienen la forma actualmente conocida. Los demás, si son atentos, pueden ver estas variaciones al compararlo con los otros idiomas.
El conocimiento de un idioma nos puede ayudar a aprender por ejemplo otro idioma del mismo grupo lingüístico. Por ejemplo el conocimiento de francés nos ahorra mucho tiempo con el aprendizaje de muchas palabras españolas y por supuesto nos ayuda y facilita  a la hora de comprender la gramática española. Siempre existe cierto peligro de que con el paso del tiempo los idiomas muy parecidos se confundan y el conocimiento activo de un idioma no practicado diariamente disminuye con respecto a otro que usamos con regularidad. En cualquier caso,  los científicos confirman que una vez aprendido, un idioma no se puede olvidar al cien por cien sino que descansará en una parte diferente del cerebro.
El nuevo idioma nos abre no solamente los ojos para mirar el mundo, sino también, lo que es muy importante, nos acerca a la gente, nos abre la puerta a nuevas culturas, nos hace disfrutar más nuestros viajes al extranjero, nos ofrece más posibilidades de encontrar nuevas perspectivas en el sector laboral y, lo que es más importante, nos enriquece por dentro. Se trata de una riqueza inmaterial que nadie nos puede arrebatar.

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