Una cosa que echo de menos desde mi llegada a Gran Canaria es la gran libertad que tenía cuando era voluntario en fincas orgánicas y comunidades alternativas (wwoofing). Esa época, que en un principio iba a ser de dos meses pero al final duró dos años, ha sido la experiencia mas constructiva y enriquecedora de todo mi vida. Así, este camino me llevó de un lugar a otro siguiendo el boca a boca, desde Francia, mi país de origen, hasta Sudáfrica, pasando por Portugal. Cada vez que empezaba a echar una mano, la magia operaba de la misma forma. Trabajar en el huerto o con los animales, construir cabañas de madera yurts mongol, servicios secos o duchas solares, cocinar con los productos de la finca para los residentes o simplemente compartir ideas, conocimientos, arte… Todas esas cosas entre otras forman parte de lo que se puede hacer en un lugar de wwoofing.
Lo que me gustó durante esa época fue experimentar otras formas de vivir la vida, en relación con los demás y la naturaleza, como pertenecer y obrar dentro de una red mundial conectada e implicada a favor de un cambio social profundo. Esta idea puede resumirse de la manera siguiente: «Think Global, Act Local». Para mí, es importante reunir personas que llevan esas iniciativas dentro de una red global (redes sociales, eventos de ámbito mundial) pero la experiencia que se vive al nivel local es lo que cuenta más, las relaciones humanas que se construyen, la convivencia, los proyectos que nacen y se desarrollan. Por ejemplo, esta foto fue sacada en mi pequeña región de Francia (Drôme), donde estuve dos meses con otros compañeros para construir una yurt mongol destinada a acoger eventos y talleres durante todo el invierno para los residentes y la población local en esa región aislada.
El mundo en Gran Canaria 