Giunto al finire della mia vita di peccatore, mentre canuto senesco come il mondo, nell’attesa di perdermi nell’abisso senza fondo della divinità silenziosa e deserta, partecipando della luce inconversevole delle intelligenze angeliche, trattenuto ormai col mio corpo greve e malato in questa cella del caro monastero di Melk, mi accingo a lasciare su questo vello testimonianza degli eventi mirabili e tremendi a cui in gioventù mi accadde di assistere, ripetendo verbatim quanto vidi e udii, senza azzardarmi a trarne un disegno, come a lasciare a coloro che verranno (se l’Anticristo non li precederà) segni di segni, perché su di essi si eserciti la preghiera della decifrazione.
El nombre de la rosa
Llegado al fin de mi vida de pecador, canoso, senil como el mundo, a la espera de perderme en el abismo sin fondo de la divinidad silenciosa y desierta, participando de la luz sin conversación de las inteligencias angelicales, retenido ahora con mi cuerpo pesado y enfermo en esta celda del querido monasterio de Melk, me dispongo a dejar sobre este papel testimonio de los acontecimientos extraordinarios y tremendos a los que en juventud asistí, repitiendo “verbatim” lo que vi y oí, sin arriesgarme a sacar un sentido, como a dejar a quienes vendrán (si el Anticristo no los adelanta) signos de signos, para que sobre ellos se ejercite la oración de la comprensión.
(Traducido por D. A., de Avanzado 2)