Por Inga Gaprindashvili
Cierro los ojos y veo una luz cálida…, regreso a mi país pequeño, donde me siento cómoda, segura, donde me quieren, donde no hay ni dolor ni miedo. Oigo la voz de mi abuela, tan querida, tan mía, tan necesaria. Ella me mira con mucho cariño, pasa la mano por mi cabeza y dice: todo saldrá bien, te quiero mi niña.