Quién sabe, posiblemente fue mi ciudad natal la que siempre me ha inspirado para seguir adelante y encontrar nuevos horizontes.
Nací en la ciudad de Rotterdam, en ese momento el puerto más grande del mundo. Eso significaba mucho tráfico internacional, extranjeros y caminatas en el puerto viendo embarcaciones que iban y venían. La mayoría de ellos venían de lugares muy exóticos.
Todo ello despertó en mí una inquietud; quería irme, siempre quiero irme en busca de un tiempo perdido y perdido para siempre… Momentos de ver los barcos que pasan y todavía creer que todo es posible.
Hasta ahora, sigo creyendo que todo es posible y que no estamos limitados a un solo lugar, podemos sentirnos como en casa adonde vayamos, el lugar no es importante, es lo que sentimos por dentro y depende de las personas que también estamos cerca.
Como niña de ciudad, prefiero las grandes ciudades para vivir y siempre busco una ciudad cerca del mar. Me gusta sentarme en el puerto observando los barcos porque me devuelve sentimientos y pensamientos nostálgicos sobre mi infancia que se desvaneció hace mucho tiempo. Ahora que he llegado a la mediana edad debería pensar en establecerme, pero siempre hay una llamada dentro de mí para ir a buscar horizontes más amplios…