Mi ciudad: Wroclaw/Breslavia

La ciudad de Wroclaw se ha descrito de múltiples maneras: «la perla de las tierras recuperadas» (antes de la Segunda Guerra Mundial Wroclaw/Breslau pertenecía a Alemania), «el valle polaco del silicio», «la ciudad de los cien puentes»…, pero ningún calificativo, hasta el más poético, reflejará el alma de esta ciudad. Creo que la única forma de poder comprender, sentir y contemplarla es viviendo allí una temporada.
En mi caso la aventura ciudadana como un breslaviano más duró unos 30 años. Desde que se cortó el cordón umbilical en uno de los hospitales más viejos de la ciudad (construido con los ladrillos rojos de los alemanes en el siglo XIX), justo con el primer grito de un niño asustado, sin nombre, empecé a conocer aquel sitio lleno de enigmas, zonas extrañas y misterios.
Estoy convencido de que Wroclaw puede hechizar hasta a la gente de paso desde el primer momento, a lo mejor bajando del tren en la estación construida a finales del siglo XIX o quizá saliendo del aeropuerto ubicado a las afueras de la ciudad con un toque arquitectónico muy moderno. Pero hacen falta días, y muchos, para poder descubrir las principales virtudes de este microcosmos.
Cada día podría estar lleno de pisadas por los caminos que sorprenden por la diversidad arquitectónica, cultural, gastronómica,… Wroclaw se suele llamar la flor de Europa, llena de callejones modernos, abandonados, pero todavía manteniendo un duende, de parques y zonas verdes donde juegan los padres con sus hijos, de restaurantes de todo tipo, desde los de estrellas Michelin hasta los bares de la época de la postguerra, llamada políticamente hablando, los años del comunismo (socialismo).
Cualquiera notará la riqueza y diversidad cultural de una ciudad que ha sido influenciada por factores históricos (alemanes, turcos, húngaros…) y mercantiles gracias al Óder, por donde navegan barcos de muchas banderas europeas; además como ciudad universitaria viene gente para estudiar desde muchos rincones del mundo.

Wroclaw
Se mantienen los edificios registrados como monumentos que aún son utilizados por los ciudadanos como oficinas o simplemente como su hogar. El Ágora no tiene que temblar al compararlo con el famoso de Cracovia, donde se encuentra el restaurante más antiguo de Europa.
Sentado en la heladería más famosa de la ciudad, te acompaña la vista de la catedral del siglo XIII, ubicada en una zona bastante mágica, en la parte más antigua de la ciudad. Debajo del patrón Juan el Bautista, fue ampliamente reconstruida después de los daños que sufrió por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, quedando el estilo gótico con añadidos neogóticos.
Una vez al año se celebra el día de los museos, con la entrada gratuita. La cara antigua que rodea el centro de la ciudad está entrelazada con el mundo actual – moderno. En Wroclaw se ve desde lejos el edificio de oficinas más alto de Polonia (212 metros de altura), donde desde el piso 49 se puede ver la perspectiva de la ciudad.
No puedo olvidarme del zoo, que desde muchos años atrás ha sido y sigue siendo el orgullo de cualquier ciudadano. Es muy grande y tiene especies de todos los continentes. Cerca del zoo hay un edificio bastante emblemático, el Centro del Centenario, construido por Max Berg entre 1911 y 1913. Allí se celebran conferencias internacionales, grandes conciertos de rock y también acontecimientos deportivos como partidos de baloncesto. En 2006 fue incluido en la lista de la UNESCO del Patrimonio de la Humanidad, que también incluye un lugar curioso, un Jardín Japonés, que te hace sentir como si viajaras miles de kilómetros paseando por la tierra japonesa.
Si me preguntasen por el lado gris de Wroclaw, no sabría qué responder. Quizá haya cosas aburridas, poco atractivas, nada interesantes o simplemente negativas…Cada uno tendrá su criterio, pero me atrevo a decir, sin ningún tipo de duda, que es una ciudad que no te aburrirá, que te sorprenderá, donde aprenderás cosas nuevas sobre el pasado y el presente. Wroclaw es la ciudad donde bombea la vida, suena la música de cualquier estilo, te cruzas con gente saludando en cualquier idioma. No hay fábricas, respiras sin dificultades, comes bien, lo ves todo lleno de colores…

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