Mi ciudad: Palermo

UNA CONVERGENCIA DE CULTURA, SABORES Y ESTILOS

Palermo deja claras sus raíces mestizas, su mezcla de culturas, su diferencia con Italia peninsular. La ciudad es una suma única de culturas, personas y sabores. Palermo es como la pasta con sardinas, hinojo, pasas y piñones: especial, extraña, reconfortante, nueva y antigua, tradicional. Es como mezclar berenjenas fritas con pez espada y menta (otra pasta típica) o hacer bocadillos en brioche con helado.

Palermo es deliciosa y abundante como su comida típica: la parmigiana, las alcachofas rellenas, los bocadillos con tortita de garbanzos con perejil o los intestinos asados en los repletos pasadizos de los mercados que llenan todo de un olor delicioso. Famosos son los «Arancini», bolas de arroz frito con relleno de ragú de carne cuyos orígenes son árabes. Para endulzar el paladar son ideales los «cannoli con ricotta».

Mercado

Palermo está dotada de un considerable patrimonio artístico y arquitectónico que abarca desde restos púnicos hasta casas de estilo art nouveau, pasando por residencia de estilo árabe y normando, iglesias barrocas y teatros neoclásicos. Todas estas maravillas arquitectónicas se funden con edificios decadentes por los bombardeos de los alemanes durante la segunda guerra mundial.

Muy importante es el itinerario árabe-normando, declarado patrimonio de la UNESCO, donde encontramos la Catedral, el Palacio Real o de Los Normandos.

Desde la catedral, caminando unos 500 m. llegamos a los «Quattro Canti», una plaza octogonal situada en el cruce entre los dos principales ejes de Palermo, la calle Maqueda y el Cassaro. El nombre exacto del lugar es plaza Vigliena, en homenaje al virrey don Juan Fernández Pacheco de Villena y Ascalon duque de Escalona.

Punto neurálgico de la vida cultural palermitana es el imponente Teatro Massimo, terminado de construir por el arquitecto Ernesto Basile en 1891. Los exteriores del teatro siguen un estilo neoclásico, mientras que en el interior encontramos el típico estilo de los teatros italianos.

Teatro Massimo

El centro histórico rebosa mercados de visita obligatoria. Ballaró es el caos, esa esencia marroquí de otros tiempos hecha puestos de comida, ropa usada y básicamente todo lo que se pueda pensar. Todo convive: el pescado con las fresas, con el abrigo de segunda mano, con una nevera usada. Ballaró es apasionante y requiere, sí, atención (coches, motos y gente todos optan por moverse de manera indiscriminada). Luego está Capo. Más ordenado, más grande y encantador.

Palermo está llena de plazas con fuentes e iglesias. La más famosa es la Plaza Pretoria o conocida también como Plaza de la Vergüenza, por sus estatuas desnudas.

Muy importante es el barrio de la Kalsa (similar al Lavapiés de Madrid) desde cuyas estrechas calles podemos llegar al mar y al Foro Itálico, un espacio abierto cerca del mar donde la gente se reúne para hacer un pícnic o deporte, para que los niños jueguen, o solamente para estar sentado disfrutando del sol.

Esta es Palermo, una ciudad que te enamora.

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