Por Mariana R.
Minerva es una de las mujeres más guapas que he conocido en mi vida. La conocí hace cinco años cuando las dos empezábamos el mismo día un contrato de trabajo. Tenía una larga melena negra sujeta en una cola de caballo. Siempre tenía los labios relucientes, llevaba joyas y vestidos lindos con flores. Sus ojos oscuros, tallados en su hermosa cara, le brillaban cuando se reía, lo que hacía a menudo, iluminando toda la sala donde estuviera. Estaba obviamente muy enamorada de su novio, a quien miraba y de quien hablaba con adoración. Se sentía muy cómoda consigo misma, parecía descansar dentro de su ser. Hablando con ella, incluso solo estando a su lado, los demás también nos sentíamos mucho más tranquilos en nuestro propio ser. Durante el tiempo que la traté, ella lloró y se rio, porque estaba maravillosamente viva.