Voces del Líbano #1

Por Sylvana Faddoul

Mi familia proviene del sur del Líbano, pero yo, al igual que la mayoría de la población que ha emigrado a zonas urbanas, he vivido siempre en Beirut.

Al Manara, el faro, en el centro de Beirut.

Beirut es una capital pequeña, aunque tiene más de dos millones de habitantes. Es una ciudad histórica, con ruinas romanas y fenicias. Siempre ha sido una urbe llena de vida, con restaurantes de muchas nacionalidades, una maravillosa vida nocturna y muchas propuestas culturales, como por ejemplo, festivales internacionales de música.

El Líbano antes era considerado como la Suiza de Oriente próximo, un país pequeño pero con muchas posibilidades y recursos, bañado por el Mediterráneo a lo largo de toda la frontera del Oeste. Es una comunidad humana muy especial donde siempre han convivido personas de creencias muy diversas.

Beirut: una iglesia y una mezquita, mirándose.

En nuestras vidas y en nuestros barrios, la convivencia es buena. Yo tengo amigos de diferentes religiones. Las calles reflejan la celebración de la Navidad que es una fiesta para todos, independientemente de sus creencias. Yo celebro la fiesta del Ramadán con amigos musulmanes. En los barrios de mayoría cristiana viven musulmanes sin problemas, y viceversa.

Una calle del centro de Beirut en Navidad

Sin embargo, hoy en día mi país está en horas muy bajas y mucha gente está emigrando, no solo los jóvenes en busca de un futuro, sino familias enteras que ya no se identifican con su país ni se sienten bien allí. El caso es que, además de la terrible crisis económica tremendamente agravada por las explosiones del Puerto de Beirut de agosto de 2020, hay una gran crisis política y social.

Las montañas y el valle en el norte en Bcharre con muchos monasterios llenos de historia.

La gente no confía en la clase política, a la que considera corrupta e inútil, y se está produciendo una involución cultural hacia una sociedad mucho más cerrada, más fundamentalista y con menos libertades, como la de Irán. El Líbano está siendo desmantelado: no hay servicios públicos de calidad, solo la gente que tiene medios puede permitirse tener una buena vida, lo demás es miseria. Aunque hay un parlamento y un sistema democrático, en la práctica no existe una verdadera democracia y hemos perdido libertad de expresión. No se fomenta el trabajo social y la ciudadanía se siente derrotada. Después de las explosiones del Puerto, la sociedad civil se implicó muchísimo en la reconstrucción de la ciudad, pero estas iniciativas han sido bloqueadas y frustradas.

El centro de Beirut en primavera.

En el año 2019 la gente no aguantaba más y hubo muchas revueltas y protestas en las calles, pero todo esto fue reprimido y no se consiguió cambiar nada. La sociedad se está polarizando y las personas se agrupan por los partidos políticos. Y es que desde la política se están extremando las posiciones.

Para mí esta situación resultó insostenible y después de las explosiones del Puerto de Beirut me asusté mucho, vivía con la sensación constante de inseguridad, tenía muy claro que no quería eso y decidí marcharme, huir de ahí.

Cuando llegué a Canarias comprendí desde el primer día el significado de la palabra seguridad. No hay manera posible de comparar este lugar con mi tierra, son lugares y circunstancias completamente diferentes. Aquí hay una sociedad muy abierta, organizada, donde la gente cumple las normas, cosa que no sucede en mi país. No quiero que mis hijos crezcan en una sociedad segregada, racista, intolerante, en un clima de crispación e inseguridad; quiero que reciban una educación abierta, que no discrimine a las personas por su modo de pensar o sus creencias.

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Hay una naturaleza muy hermosa. Esto es Balouaa Balaa en Tannourine.

Emigrar significa la pérdida de mi país y el alejamiento de mi familia completa. Echo de menos la vida nocturna, la maravillosa naturaleza, los sabores… Aunque siempre puedo visitar mi país, sé que no volveré a vivir allí. Estoy muy contenta en Gran Canaria y me encanta la vida aquí. Me considero muy afortunada.

Nunca imaginé que un día dejaría mi tierra para irme a vivir a otro país, pero no me quedaba otra opción: tenía que salvar el futuro de mis hijos.

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