Aires canarios #11 – Minerva

Por Mariana R.

Minerva es una de las mujeres más guapas que he conocido en mi vida. La conocí hace cinco años cuando las dos empezábamos el mismo día un contrato de trabajo. Tenía una larga melena negra sujeta en una cola de caballo. Siempre tenía los labios relucientes, llevaba joyas y vestidos lindos con flores. Sus ojos oscuros, tallados en su hermosa cara, le brillaban cuando se reía, lo que hacía a menudo, iluminando toda la sala donde estuviera. Estaba obviamente muy enamorada de su novio, a quien miraba y de quien hablaba con adoración. Se sentía muy cómoda consigo misma, parecía descansar dentro de su ser. Hablando con ella, incluso solo estando a su lado, los demás también nos sentíamos mucho más tranquilos en nuestro propio ser. Durante el tiempo que la traté, ella lloró y se rio, porque estaba maravillosamente viva.

Aires canarios #10 – Mi amigo

Por Mariana R.
 
 Él es mi amigo,  
 al que ahora investigo.
 Ovalada es su cara,
 no tiene ninguna tara.
 De manera más concisa,
 siempre tiene una sonrisa.
 Su tez es de caramelo,
 en la lengua ni un pelo,
 ni en la cabeza,
 y no conoce la pereza.
 Su sangre tiene,
 más que la mía,  
 gran cantidad  de alegría,
 muchas fiestas,
 romerías.
 Será por culpa de su apretado pantalón,
 que le salió el corazón,  
 así le ves su alma, 
 la lleva siempre en la palma.
 
 
 
 

Aires canarios #9 – Inma

Si es verdad que los animales se parecen a sus dueños, en este caso vale más lo contrario. Tiene los ojos brillantes y pardos, como el persa que la sigue a menudo, el pelo rizado y canoso fresco de peluquero cada jueves; la piel del rostro arrugada por el sol y el mar. Fue ella la que me abrió la puerta del edificio el primer día que me mudé a esta casa. «Buenos días y bienvenida, mi niña, yo también soy extranjera aquí, soy de Tenerife”, me dijo.
La vecina de abajo, la que lo sabe todo, de pasos lentos y miradas silenciosas. Muchas veces me pareció verle las marcas de la mirilla en vez de las ojeras. Con frecuencia me la encuentro en el portal, conoce los movimientos del edificio entero. Seis pisos, dos familias por piso y ella conoce los horarios, los invitados, las costumbres y mucho más de los demás. A pesar de su complexión y su edad indefinida, muchas veces me parece muy ágil en pegárseme a la espalda cuando menos me lo espero. Jovial, cariñosa, cada dos palabras aparece un Dios. “Hasta luego señora Inma”, “Hasta luego cariño, si Dios quiere”.

Aires canarios # 8 – Mi amigo Miguel

Por Annamaria Precipuo

Estaba esperando al fontanero. Sonó el timbre. Nada más abrir la puerta, me quedé boquiabierta: allí estaba el mismísimo Don Quijote, tal cual lo dibujara Doré: figura escuálida, nariz aguileña, enormes bigotes, ojos inquietantes y larguísimas piernas. Solo le faltaba la lanza. “¿Tiene usted una avería?”, me preguntó impaciente con voz inquisitiva. En dos zancadas se adentró en el piso. Desconcertada, intenté explicarle que el grifo de la ducha perdía agua. “Vamos a por ello”, dijo, con el mismo ímpetu de un caballero andante. Desparramó en el suelo todas las herramientas de su maletín, examinó con lupa cada artefacto, sacudiendo la cabeza con suma desaprobación y, sin decir palabra, se puso manos a la obra. Entretanto, conseguí saber que se llamaba Miguel y que vivía en el edificio de al lado.

Me quedé en la cocina, resignada al desastre.

Después de media hora, Miguel salió del baño con aire triunfante, y dijo: ¡Ya está todo arreglado! Había arreglado el grifo, un tubo del termo, le había cambiado la goma al desagüe del lavabo y había revisado las luces del espejo. El precio del trabajo resultó ridículo.

Aliviada, le ofrecí un café italiano, que aceptó de buen grado, aprovechando para hacerme preguntas sobre mi vida. No tenía una actitud chismosa, más bien amistosa y protectora. Con énfasis caballeresco, me alertó sobre los obreros que estafan a las mujeres que viven solas. Bueno, aunque yo no tenga nada que ver con Dulcinea, su actitud atenta y respetuosa me hizo gracia.

Hoy en día, Miguel  y yo somos muy buenos amigos: dos solteros empedernidos, que valoran la libertad tanto como la amistad sincera y generosa. Tal vez vamos de senderismo juntos, y él me cuenta historias y tradiciones de su tierra; tal vez, cuando preparo la comida italiana que le gusta, lo invito a cenar. Es un hombre sabio y sencillo, orgulloso de sus raíces, un digno representante de su pueblo.

Aires canarios #7 – Feliz castillo de sal

Por Agata Szyplińska

A la primera vista es un ser leve en el tamaño del cuerpo, pero es fuerte en la musculatura, será porque el deporte rellena la mitad de su tiempo libre. Ya por las mañanas suele hacer medio maratón por el paseo de Las Canteras, seguido de un baño refrescante en el mar. Solo en esos momentos, con el cuerpo bien calentado, no se queja de la temperatura del agua. Nada hasta la barra, saluda a los peces y a los pepinos de mar escondidos entre las rocas y vuelve listo para empezar su día normal.

Ahora, saliendo del mar, se le ven bien los ojos pardos, las líneas de las cejas bien marcadas, el pelo desordenado, pero con un corte recién hecho y la barba bien arreglada. Las dosis regulares del sol, juntos con los alisios y la sal le han acariciado demasiado su piel de marinero, que ya está un poco cansada. Su aspecto, unido a la sonrisa inseparable, sigue siendo el de un adolescente, aunque tenga unos 40 años. Sobre todo cuando está en su entorno natural de la playa, con su bañador de colores vivos y de los pequeños, saludando amablemente a la gente desconocida. Difícil tomarlo en serio en estas situaciones.

Y se va a trabajar; su trabajo es poco exigente intelectualmente, pero físicamente sí es duro. Y aunque el sueldo tampoco le deja contento, no quiere cambiarlo, se ha acomodado a ese ritmo del día 5 del mes hasta el 5 del siguiente y a la cantidad de días libres que le dan. Sobre el día 30 le suelen quedar unos pocos euros en su cuenta, lo cual no le preocupa mucho, porque siempre puede contar con los almuerzos en casa de sus padres (con quienes igual pasa un rato cada tarde o por lo menos les llama) o de uno de su amplio grupo de amigos. Todos se apoyan y se quieren mucho. No le dejarían pasar ni hambre, ni soledad.

Ahorrar no sabeperdón, una vez lo intentó durante unos meses, cuando iba a comprarse la moto. No le salió bien, pues tuvo que pedirle un crédito al banco, que consiguió pagar solo al vender la moto, gastando al final lo que no merecía la pena. El dinero no le importa tanto, suele repetir mucho.

A veces dice que le gustaría viajar, pero siempre le falta dinero para hacerlo y, preguntado, resulta que al final tampoco le parece tan atractivo irse a un sitio menos cómodo y más frío de sus “islas de paraíso”. “Aquí lo tengo todo, ¿qué me falta?”, dice. Una vez fue a Madrid a un concierto de rock y otra a Barcelona a visitar a un amigo, 3 días. Hecho. El resto es el porvenir un día.

Ahora sale de trabajar y va a ver a unos amigos a tomar algo. Han quedado a las 18h, pero a esa hora todavía está saliendo de la ducha. Les escribe: “estoy llegando” o incluso no les dice nada, todos llegarán tarde o le esperarán tranquilamente.

Se van a saludar cariñosamente, reírse, quejarse un poco de los políticos o del dinero, contar unas anécdotas recientes. A uno de ellos le ha pasado otra vez algo, que nunca le sucedería a una persona como las del norte de Europa donde la prevención para sobrevivir se la tienen bien aprendida, a lo mejor por la imprescindible llegada del invierno: se ha quedado sin gasolina en la autopista y tuvo que llamar  a la grúa…

Luego, entre carcajadas, van a presumir un poco: quien ha tomado un reto nuevo en algún deporte o quien conoció a una chica. Pero nada serio, es solo para disfrutar de los colores de la vida, como en un baile.

Todo esto transmite un cierto tono de decadencia inocente, algo bohemio sin la profundidad sobrante del arte o  la filosofía, pero con su propia forma de creatividad cotidiana ligera y con la actitud del “aquí y ahora”. Todo le sale de forma natural, sin preocupaciones, perspectivas o planes grandes, al final es un genio en su mundo pequeño, perfeccionando el arte de disfrutar de la vida.

Aires canarios #6 – Un canario comprometido

Por Maria Morena

Su mirada es intensa, franca e incisiva; sus facciones, marcadas y fuertes; sus movimientos, armoniosos y elegantes. Su aspecto parece hablar de su personalidad. Es una persona abierta, generosa, altruista hasta el punto de olvidarse de sí mismo. Con él se puede hablar de todo, siempre tiene tiempo para ayudar, aunque sea solo escuchando.

Tiene una relación muy fuerte con su tierra de origen, Gran Canaria, y con su gente. Ama intensamente la tierra donde nació, y sufre íntimamente los destrozos realizados para favorecer las actividades turísticas. Se acalora contando cómo era Gran Canaria antes de que las familias “nobles y ricas” que la habitaban, con la complicidad de la dictatura franquista, se dedicaran a transformar el sur de la isla en lo que se ha convertido hoy: un frío y poco acogedor conglomerado de apartamentos y hoteles que conviven con amplios centros comerciales, repletos de tiendas y locales de ocio… Todo esto a expensas de los canarios que allí vivían, gestionando fincas que llegaban hacia el mar, expulsados de su tierra y obligados a sobrevivir trabajando en la nueva realidad que se les iba imponiendo.

Este hombre está muy orgulloso de sus orígenes canarios. Se le ve la tristeza en la mirada cuando cuenta de los sacrificios que la población tuvo que hacer para librarse de la pobreza y de la opresión de la dictadura. Al mismo tiempo, se le llena la cara de satisfacción cuando habla de la atávica amabilidad de los canarios, de los éxitos que consiguieron a pesar de todas las dificultades encontradas.

Era solo un niño cuando todo su mundo fue cambiando bajo su ingenua mirada. Al ver tanta prepotencia, sufrimiento, injusticia y opresión y, por otro lado, tanta resiliencia, decidió dedicar su vida a ayudar a los más desfavorecidos, actividad que todavía ocupa todas sus energías a día de hoy.

Aires canarios #5 – Enrique

Por Vanessa Matuzzi

Enrique es moreno, tiene una cara asimétrica con rasgos fuertes y proporcionados, sus ojos son oscuros y grandes, su mirada es profunda y muy expresiva, hasta tal punto que sus ojos hablan más claramente que sus palabras. Solo cuando desvía la mirada deslumbra su timidez. Su nariz parece pintada para su belleza. Tiene labios carnosos y cuando se ríe su cara transmite alegría. Le gustan los chistes y siempre intenta buscar el lado bueno de las situaciones.

Enrique es una persona creativa a la que le gusta reutilizar y construir, todo lo que toca lo transforma, dándole una nueva vida. Siempre se las ingenia para arreglar las cosas estropeadas.

Su gran amor por sus islas canarias lo tiene marcado en su piel con tatuajes de símbolos aborígenes, de la diosa Tara y de su nombre guanche, elegido por él mismo. A Enrique le gusta hablar de los orígenes históricos de su tierra y lo hace con orgullo.

Sus movimientos son armoniosos y se le nota que está dotado de fuerza física, por eso a él le encanta practicar el salto del pastor canario, o el brinco canario, un juego del larga tradición canaria. Gracias a esta pasión puede disfrutar de la belleza de la naturaleza que ofrece el archipiélago.

Creo que puedo afirmar, tranquilamente, que Enrique es un canario canario.

Aires canarios #4 – Néstor

Por Chiara Nardi

Es muy delgado, moreno, no es feo, tampoco guapo, y está orgulloso de sus orígenes árabes. Esa delgadez, unida a su manera de hablar en voz bastante baja, le da un aspecto inocente, de una persona en la que se puede confiar. Trabaja con los animales, perros, arañas y reptiles, y le dice a todo el mundo que los ama; sin embargo, aunque yo  llevo muchos meses ayudándolo en una perrera, todavía no podría afirmar si los ama de verdad, o si principalmente actúa por su propia conveniencia. Va diciendo que lee mucho, pero no creo que quiera hacer suyos los conceptos más profundos con los que se encuentra. Ama la música, cosas muy modernas principalmente, que le gusta poner a quien esté en el coche con él.

No puede evitar llegar tarde, y dejar a la gente esperándolo, creo que esto es debido a su inmenso amor propio. Su lado oculto lo descubrí solo poco a poco, sobre todo gracias al cuento de una conocida mutua: es un gran mujeriego, y todo ocupa un segundo plano con respecto a su objetivo principal. Claramente, para conseguir lo que quiere, no ahorra en mentiras, y no tiene reparos en incumplir su palabra. Le encanta estar sumergido en la naturaleza, y la de Canarias no le basta; su sueño es mudarse a Costa Rica y gestionar un hospital para animales. Un sueño muy noble, útil también para una sucia finalidad… De hecho, le viene muy bien como excusa para poner fin a sus relaciones.

Aires canarios #3 – Paco

Por Thiago Aquino Gomes

Es canario. Murciano. Bueno, nació en Canarias pero vivió mucho en Murcia. Tiene eso del ceceo y usa el «vosotros». A veces se confunde en la conjugación, pero es raro, … que pase. Me enseña mucho el español, la verdad, pues hablamos mucho. Él habla mucho. A veces no me deja hablar. A veces me corta. A veces me enfado. A veces le digo. A veces no.
Él también se enfada, tiene una vida dura. Cuida a su padre que tiene 86 años, casi 87, casi muerto. Lo ingresaron hace poco. Al padre. De hecho, Paco también es padre. Y un marido que fue traicionado, en Murcia. Y paga pensión. Sí que se enfada. No con la hija, a esa sí que la quiere mucho. La ve poco, pero la quiere. Seguro. Creo. Seguro.
Sus ojos oscuros casi no se notan, pues lo que más se nota son sus ojeras. Y la cara de cansancio le hace juego con su pelo gris. Pero es guapo. El pelo.
Paco, Paquito, tiene un gran corazón. El otro día, le dijo a un pobre que estaba en la puerta del mercado: «lo que quieras mi niño».  Le costó 17,03 euros, o coma algo…
El gran Paco es bajo, pero es el típico bajo que no se nota que es bajo. Toca el bajo, pero eso se nota. Tiene muchos, bajos,  más de diez… Muchas notas.

Aires canarios #2 – Pino

Por Lara Tarr

Mi vecina Pino es la jefa del edificio en el que vivo. No es la presidente de la comunidad, pero sí ha asumido el rol de jefa durante sus treinta años viviendo ahí. Suele comunicarse dentro del edificio con un silbido, ya sea para mandar a alguien a cumplir con algún deber comunitario, o simplemente para comunicarle a su vecina que ya les toca la hora del café, que siempre toman sentadas en la escalera entre sus dos pisos.
No obstante, a la hora de llamar la atención a un pobre vecino por no haber cumplido con alguna norma del edificio, su silbido apremiante se convierte en un discurso largo de voz alta y brusca. Sin embargo, siempre le sale una sonrisa al final del monólogo, como si todo fuera una broma, y siempre termina de buen humor. Parece que sus ojos muy curiosos están por todos lados, y eso, junto a su aire mandón, puede hacerla parecer chismosa. Pero Pino es una mujer de muy buen corazón que siempre está dispuesta a ayudar, siempre saluda y suele contar chistes.
A pesar de su carácter fuerte y formidable, es una persona muy bajita, hasta minúscula, y normal, con el pelo corto y castaño. Suele llevar delantal encima de su ropa de calle con zapatillas, lo cual le da aire de ama de casa trabajadora. Tiene solo un rasgo físico que destaca más que su dedo del pie torcido a 90 grados: su sonrisa dulce y amable.